Empieza la primavera y con ella el deshielo de las nieves que han cubierto de blanco los sistemas montañosos. A este espectáculo se le une algún que otro frente de lluvias los cuales colaboran de forma decidida en aumentar el caudal de nuestros ríos y a la vez, a llenar esos embalses que cortocircuitan las venas de nuestra geografía.
Ríos rebosando, saliendo del cauce principal; aguas oscuras arrastrando lodos, troncos, moviendo piedras, rocas, trasladando sedimentos. Son imágenes típicas de esta época aunque el otoño suele regalarnos episodios similares.
Aunque esto es recurrente, habitual, a todos nos vienen encima muchas sombras, muchos miedos de como andarán o mejor dicho, nadarán nuestras amigas; cómo les afecta tanto a las adultas como a esas puestas de esa reciente freza. Nuestros miedos vienen derivados básicamente por una obsesión de ver las otras especies con ojos y sentimientos humanos. Esto ultimo es un error que nos ha llevado tradicionalmente a cometer errores en la gestión de la morfología del río y errores en el modelo de gestión de pesca.
La verdad es que tenemos poca memoria de las riadas. Los que estáis leyendo esto habréis vivido ya diversas. Algunas menos severas y otras galopantes, como las pasadas en la zona central del Pirineo. Pero pocos recuerdan la riada al año siguiente. Los que nos gusta tentar peces salvaje y somos habituales de esas zonas, podemos aseverar que nuestras amigas saben y mucho de capear estas embestidas. Así, uno pesca esas zonas a posterior de esas riadas y puede contrastar que «peces» siguen habiendo, aunque el corazón nos seguirá diciendo ¡¡no hay tantos!! y puede que sea así aunque…
Alguno preguntará de inmediato ¿cómo afectan las riadas a las truchas?.
Según diversos estudios, todo parece indicar que sus densidades antes y después de la riada no sufren variaciones sustanciales. Citaré al respecto la evaluación realizada tras la riada de 1982 en el río Noguera de la Vall Ferrera, la cual llegó a esa conclusión (E.Aparicio 2009). Pero también tenemos el estudio realizado en Asturias, en el río Esva, para evaluar posibles daños a truchas, salmones y anguilas. También llegaba a las mismas conclusiones aunque mencionando la ventaja «del buen estado del río» lo cual permitió crear nuevas y abundantes zonas de protección para los peces. Y lo pasan mal, muy mal en ríos alterados tipo «río-canal» a los cuales diversos organismos de cuenca son aficionados a crear, aquí el río no puede crecer como necesita y precisa hacer.
Las afectación de una avenida justo en la freza o justo antes de salir del saco vitelino no es lo mismo. Como en todo, hay momentos más delicados. Pueden y se perderán ejemplares en mayor o menor número según sea el caso. Pero una vez más, no miremos a los peces con ojos ni sentimientos humanos. Recordemos que los peces tienen como estratégica de supervivencia realizar una tasa elevada de puesta de posibles «familiares». Así, independientemente que un año «X» tengamos una elevada mortaldad, en años venideros seguiremos disponiendo de ejemplares para seguir colonizando. Esto claro está, con poblaciones de peces salvajes. Aquellas zonas donde la obsesión sea la cisterna como método de tener peces, muy probablemente, se habrán quedado con muy pocos en el río. De ahí una de las enormes prioridades que deberíamos tener, trabajar de forma clara en mantener poblaciones de peces salvajes, al menos en aquellas masas de agua que lo permita.
Las riadas también afectan a los macro-invertebrados. Estudios al respecto indican que hay una afectación inmediata en la cantidad y variedad de especies pero, a la vez, una rápida recuperación de la densidad y diversidad a corto o medio plazo. De 6 a 12 meses según sea la especie (Chadwick Ecological Consultants, 2000, Argerich et alter, 2004). Y lo mismo que antes, si las truchas tienen una alta tasa de puesta imaginaros los insectos… Al menos en este caso no caeremos en la tentación de tirar «cisternas de insectos»…
Finiquitando. Pensemos que peces, invertebrados llevan milenios de años luchando con estas inundaciones y sequías. Ellos saben defenderse. Saben perfectamente donde encontrar aguas someras entre ese caos de agua, árboles, movimientos de piedras. Pero como todo ser vivo pasa sus momentos «chungos» perdiendo parte de su población y según sea el momento, del reclutamiento de nuevos congéneres. Pero eso forma parte de la evolución de la especie y de ahí la necesidad de disponer de peces con «grandes genes». Ahora solo sería desear que no caigamos en los siguientes errores; Tirar de cisternas para tener «peces». Meter máquinas para dragar y construir muros más y más altos. Y así otras medidas erróneas que en vez de ayudar a mejorar, colaboran de forma definitiva en minimizar nuestros stocks de peces.
No quiero acabar sin recomendaros la lectura del blog del Dr. Alfredo Ollero, en el cual encontrareis varios artículos sobre la HIDROMIOPIA de «algunos» http://river-keeper.blogspot.com.es/
Algunos ejemplos de estudios al respecto:
Muy buen artículo. Bien estructurado y muy bien redactado. Explícito y con ejemplos cercanos. Felicidades
Gracias por el comentario
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Se agradece el enlace 😉