Hay días en los cuales te convences que los peces salvajes son eso, salvajes y, por tanto, mucho más astutos, desconfiados, lo cual los hace extremadamente más interesantes. La última salida de pesca lo pudimos constatar en primera persona. Nada más llegar al punto de pesca pudimos ver dos grandes truchas comiendo muy cerca de la superficie. Estaba claro que estaban comiendo emergencias de insectos, aunque justo antes de eclosionar. Mientras nos íbamos poniendo el traje, preparando cañas y el bajo adecuado, las dos truchas empezaron a asomar el hocico. Ante tal panorama el compañero me sugirió que fuera a por una de ellas. La intención era filmar el lance desde arriba, teníamos una visión espectacular de los peces y todo hacía entrever un lance de esos fantásticos.
Para no asustar al pez dí una vuelta considerable. Más 100 metros aguas arriba para mirar de cruzar de forma cauta. Luego hacer el caracol y voltear entre sombras hasta ponerme detrás de ella. Todo lo hice con máxima suavidad, pero al llegar al punto de lance veo que el compañero me hace un gesto con la mano a la vez que me dice «se han hundido las dos» ¿? Y es que estos peces, curtidos en mil lides detectan cualquier brillo, movimiento o sonido en el agua. Y en este caso, analizado lo sucedido estaba claro que el factor clave fue las ondas sonoras aguas abajo. En fin, cuatro lances para probar y a seguir buscando alguna más que estuviera por la película del agua. Y así fue cuando un círculo, dos, tres… delataron la presencia de otra trucha. En este caso más pequeña. El primer lance no le convenció a ella ni a mi, así que ella se fue a su zona de confort con suma tranquilidad y yo me fui por mi lado la mar de indignado conmigo mismo.
La paciencia tiene resultado, bueno, a veces. Pero en este caso sí lo fue. Una vez más los anillos en el agua. En esta ocasión extremé la precaución en el lance, a la vez que alargué el terminal. Qué hermoso es ver el pez dirigiéndose despacio a la mosca, absorberla y sentir esa sensación que sabes te garantiza el clavado. Una buena pelea y finalmente a la sacadera.
Ahora solo resta hacer mejor el trabajo con sus vecinas. Toca seguir aprendiendo.
Para los que quieren más información, decir que el tippet era un #14 y la mosca una efémera marrón con parachute P.L.A. color dun.