Hay jornadas de pesca que recordamos más que otras. Y esta es una de ellas. Un lance a un anillo mágico, a una trucha mágica.
Unas horas en la cual el objetivo era conocer un tramo de río en el cual, al parecer, las truchas se suelen colocar a comer en superficie.
Solo disponíamos de aproximadamente unas tres horas de luz. Al llegar ya pudimos ver con alegría diversos círculos en la película del agua. Truchas de pequeño porte, entre 20-30 centímetros, pero con cierta abundancia ya que muchas de ellas son fruto de repoblaciones. Decidimos, obviamente, montar el equipo de seca. Todo hacía prever que esas horas las podríamos aprovechar pescando solo a seca. Atamos unos «pitillos» en un #16 oscuros (negruzcos) que llevan tiempo dándome muchas alegrías. Los resultados no tardaron en llegar. Toda trucha que subía caía en el engaño de este pitillo.
Como es de prever, nuestros ojos iban identificando círculo a circulo. Uno siempre tiene la esperanza de ver una cebada distinta. Una de esas que te marquen un pez especial. Y así es como vi una cebada distinta a las que estábamos viendo. Una cebada sutil, pero que con una interesante cadencia. Le comenté a Joni que subiera a por ella, pero me dijo «tírale tú» mientras él no cesaba en dar cachetes a otros peces. Le comento que a pesar de ver el anillo de lejos, que esa está por encima de los 30…
Miré de nuevo la cebada. Sabía perfectamente que estaba comiendo. Repasé el tippet, coloqué una mosca nueva y la lancé al anillo mágico con la esperanza de poder tocar un pez de porte. Brutal. Ver que el pez la toma, notar automáticamente en el tacto de la linea que ahí hay más pez de lo previsto, tensar y notar que la caña se dobla indicando lo que tú sabes. La acercas y ves que la sacadera dice «aquí no». Joni que estaba atento decide entrar en el juego. Se aproxima y la introduce en su red. Cuando la podemos ver de cerca somos consciente que es un muy buen pez; robusta, perfecta, con unas aletas que indican que lleva toda su vida en ese ambiente. Joni le calcula unos 65 cm, pero que más da, lo que es imposible de medir es la alegría de dos amigos saboreando ese lance.
Ahora toca seguir buscando anillos mágicos…